
Vino nada despacito y no paró de avanzar.
Veo su oscura silueta, hacia mí caminar
Te lo cuento de esta manera. Que éstas cosas me suceden cuando te vas.
Y se da una vuelta por mi vida
La soledad.

Te lo cuento de esta manera. Que éstas cosas me suceden cuando te vas.
Y se da una vuelta por mi vida
La soledad.

En un bolsillo o bolsa de los recuerdos. En el corazón o en mis temores. En envase de vidrio o en caja de cartón, éstas son algunas cosas que me quiero llevar:
El canto del gallo.
El dormir del los chanchos.
El olor de los montes.
La paciencia de los montes.
El misterio de los montes.
La risa de Román.
Un calmo atardecer de otoño.
Un intenso resplandor del sol pegando en el mar.
La alegría de los perros a la hora de pasear.
Un viaje por alguna ruta del mundo llena de montañas.
El color del maíz.
Un tibio amanecer de primavera.
Alguna triste melodía.
Alguna copiosa lluvia de verano.
El fuego ardiendo en la estufa…
… y el sueño de algún animal.
Éstas son algunas cosas, que en caso de ser posible, cuando tenga que partir, conmigo me quiero llevar.
Estos cuatro tomates y estas mandarinas me las llevo.
También dame dos postres, de esos que con estufa leña prendida y buena compañía se saborean mejor, entre risas comenté.
Si, el vino también, apoyalo en el piso mientras cargo el resto.
Pan? …mmm no gracias, ya tengo.
Te pagué, me hiciste un chiste que no entendí. Cerraste las puertas de tu camioneta saludando y te fuiste.
Me volví y cerré la portera, y camino a casa te volví a ver en la loma que da a la casa del panadero. Rapidito ibas, por los caminos de estos solitarios campos.
Los instantes que estuviste ofreciéndome tus productos y contándome acerca de las últimas lluvias, fueron para mi, siglos de estar acompañado.

Quieto chiquito! Tranquilo chiquito! Vos naciste para esto chiquito! Le susurraba al oído con voz temblorosa Ramón, mientras le abría la yugular con afilado cuchillo, sujetándolo de las patitas delanteras con su mano derecha.
Los desesperados gritos de inmediato cesaron, y la intensa lucha por seguir en pie se ahogó junto al charco de sangre que se dibujó en el suelo.
En ese instante el burbujeo del agua hirviendo volvió a escucharse, fue lo único que se escuchó. Lo demás, fue todo un profundo silencio. Incluso el viento se había callado, extrañamente, como pocas veces se calla el viento.
Esa misma noche, entre preguntas con pocas respuestas y un ansioso apetito, comimos lechón.

Me lo dijo un Mamboretá… ahí mismo, donde termina el angosto trillo y se encontraba aquel seco y caído ciprés.
Me lo dijo entre risas y más risas. Me lo dijo al oído y un poco a los gritos.
Yo andaba en busca de huevos de pavas, se me había comentado que andaban por allí.
Y él me dijo que no entendía, que no entendía que pasaba con los hombres del mundo.
Que no entendía acerca del odio y del amor, que no entendía tampoco del placer y del dolor… que nada sabía acerca de deseos y frustraciones, ni mucho menos de miserias y riquezas…
Y reía…
Le pregunté por qué reía.
Porque hay un calentito sol me contestó.
Y rió.