
Me lo dijo un Mamboretá… ahí mismo, donde termina el angosto trillo y se encontraba aquel seco y caído ciprés.
Me lo dijo entre risas y más risas. Me lo dijo al oído y un poco a los gritos.
Yo andaba en busca de huevos de pavas, se me había comentado que andaban por allí.
Y él me dijo que no entendía, que no entendía que pasaba con los hombres del mundo.
Que no entendía acerca del odio y del amor, que no entendía tampoco del placer y del dolor… que nada sabía acerca de deseos y frustraciones, ni mucho menos de miserias y riquezas…
Y reía…
Le pregunté por qué reía.
Porque hay un calentito sol me contestó.
Y rió.

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